Apenas pasamos por los alrededores se escuchaba la bulla de una de las bandas que abría. A la distancia y distorsionados por el viento me pareció escuchar a Down, pero la realidad era mucho mas fea. Mucho, muchísimo mas fea.
La banda que a las ocho de la noche desparramaba un metal genérico era un quinteto de Texas que mas se distingue por el tamaño y radio de la cintura del ancho de un ula ula de su vocalista que por su música. Se llaman Texas Hippie Coalition y parecen estar estancados en la peor época metálica de los últimos años; aquella que vulgarmente cruzaba dos de las mas sangronas vertientes; el groove metal que solo le ligo bonito a Pantera y el nu metal que no le ligo bonito a absolutamente nadie. Pero a la distancia y fltrados por la brisa que solo dejaba pasar la distorsión de la guitarra y bloqueaba la voz del bodoque Big Dad Ritch y la batería de quien chucha, yo solo escuchaba ‘chacachacachaca’. ‘Puta madre’, recuerdo haberle dicho a mi compañía, ‘ojala que esa huevada no sea Danzig.’
Y no fue. Eso lo confirmamos cuando caminando hacia el recinto al aire libre del Cuban Club pasamos junto a un tour bus que tenia la puerta abierta. En la vereda, dos fan boys con camisetas de The Misfits miraban nerviosos y enamorados hacia el bus. Junto a ellos un mastodonte de 400 libras y dos metros y medio de altura con pinta de indio Apache y con cara de muchos enemigos registraba cada movimiento a su alrededor.
Al pasar pudimos ver a Glenn, todo chiquito y apretadito, sentado en el asiento del conductor y encorvado, con sus pies de puntitas y con dos portadas de vinilos que estaba firmando sobre sus rodillas. En ese ángulo podíamos notarle la mocha calva con un mechoncito adelante que le caía por en frente del rostro. ‘Aun tiene su devil lock’, pensé mientras mi pareja me decía, ‘¿a ese gordo cara de verga hemos venido a ver?’. No tanto como caldeado respondí, ‘Es que no entiendes cucha, Danzig es una leyenda, uno de mis tres cantantes favoritos de la música pesada y de voz natural. El Elvis diabólico, el petizo satánico, el machito bronquero, el pichoncito de pelea, el que cantaba ’I got something to say, I killed your baby today'. ‘¿Porque no le dices que te firme algo entonces?’, pregunto con cara de burla, a lo cual respondí que no quería porque no me interesaba y le di un corto discurso sobre como hay que separar a la gente de su música y como hay que adorar el arte y no al artista. Además no había traído nada para que firme, puse en claro, ninguno de sus clásicos punk con The Misfits que tanto escucho, ni de sus discos compactos de blues endurecido y hard rock con Danzig que tanto atesoro. ‘¿Que firme esto entonces?’, argumento MC pasándome un papel en el cual habíamos impreso las entradas que habíamos comprado a mitad de precio a través de Groupon y que dicho sea de paso, incluían un trago gratis y el derecho a saltarse la cola. ‘No tía, mucha vaina, vamos no mas’, dije sintiéndome una vez mas como el mocoso chupado de mi niñez que prefiere no hacer nada por temor al rechazo. Entonces MC se volteo y se dirigió hacia el bus con paso asegurado en esas botas de plataformas que tanto le gustan, hacia el gigante guardaespalda con los brazos cruzados que ya despachaba a los dos fanboys y que al cuarto paso la noto y grito, ‘muy tarde, después del show, después del show’.
Adentro del recinto recién pude apreciar el desastre con grasa que es Texas Hippie Coalition. Música de ese calibre a mi me avergüenza, así de simple y se lo aclare bien a MC, ‘esto no es metal, esto es, esto es…’ , sufria para encontrar palabras para describir a este cuarteto pero al final algo me salio por la jeta, 'esto es…una puta mierda, mejor vamos al bar’.
Y al parecer gran parte de la audiencia se identificaba con ese sentir. Con un promedio de edad de 35-45, gran parte de los asistentes podían distinguir bien entre una nota pesada y bluesera, entre un riff de Doyle bien punkorro y entre rock sureño mediocre con una elevada cuota de nu metal. Así que la mayoría bebían por detrás, charlaban entre amigos e ignoraban a la banda de turno.
Pero los que seguían no serian mejores. A las Butcher Babies nunca las había escuchado, pero si me había enterado de su existencia debido a una solida maquina de marketeo que expone los pechos perfectos y las largas piernas lampiñas de sus dos vocalistas en todas las revistas de rock que se venden en los supermercados. Lo que tocaron esa noche era digno para mocositos de pantalones anchos que se quedaron en Limp Bizkit. Esta banda defeca el peor metal posible, nu metal con riffs de una sola nota y dos tipas que gritan al cielo con voz estridente y como gatas en celo que buscan y rebuscan pinga.
La respuesta de la audiencia fue similar a la recibida por Texas Hippie Coalition, aunque esta vez algunos parecían entretenerse con los pechos apretados de las chicas, con sus minifaldas que ya mostraban calzón y con sus tacones altos que apoyaban sobre los monitores como invitando al mundo a su concha caliente. Yo una vez mas, me mostraba avergonzado, ¿como es que Danzig, un tipo que ha escrito tantos clásicos de rock duro puede permitir que bandas de este vuelo le abran el show? ¿Porque castigar a la audiencia? No somos masoquistas chucha.
No se si es cierto, pero por ahí leí que es vox populi que para abrirle un show a Danzig no hay que demostrar ninguna cualidad musical ni ser su artitsta favorito del año, sino que hay que desembolsar fuertes sumas de dinero. Seria una practica avergonzante pero justificaria la presencia de estos dos bodrios, porque no es posible que el autor de "Left Hand Black", "She", "How the Gods Kill", "Teenagers From Mars", "Bullet", "We Are 138" y "TV Casualty", entre docenas de otros títulos que encuentran rotación constante por estos lares, apruebe de este par de cacas.
Danzig salio al escenario a eso de las 10 de la noche. El recinto estaba casi lleno, calculo con por lo menos 1500 personas, todas, previamente alertadas de que estaba estrictamente prohibido tomar fotos. Raro no me pareció, porque es conocido que Danzig es un tipo especial, antojado y hasta engreído, pero cojudo si, en una época en la que los celulares están equipados con cámaras de alta definición y se han convertido en extensiones de nuestras extremidades pedirle a 1500 adictos que se abstengan de usar sus teléfonos mobiles es tan futil como pedirle a un quinceañero cachondo que no se haga la paja.
Danzig ya bordea los 60 años y su cuerpo una vez musculoso y de ligero epidermis grasoso esta dando ya muestras de que la combinacion se ha revertido a grasoso con una ligera epidermis de músculos. No ayuda que Glenn no se ha cambiado de atuendo desde que salio de The Misfits en el 87. Su camiseta negra al cohete exponía sus 'mantits' de pezones erectos y su panza de adicto a los videojuegos, sus jeans negros estaban tan apretados que mas parecían pintados sobre sus piernas. En su pecho una ornamentada cruz invertida le colgaba como un péndulo y yo aprecie ese gesto terco de no arrepentirse de sus infamias aun cuando ya esta casi en su sexta década. Mas que eso, lo que capto mi atención fueron los huecos en el área axilar de su camiseta negra.
Pero su voz estaba intacta, aun aterciopelada, aun romántica y aun oscura, aun poderosa y deudora de Presley y su banda, casi tan veterana, estaba en forma. En la guitarra estaba Tommy Victor de Prong, en la bateria Johnny Kelly (Type O Negative) y en el bajo Steve Zing de Samhain; todos enlutados, todos medidos y sin demostrar mas de la cuenta porque este, no cabe duda, es el show de Glenn y estos temas que todos, toditos, vinimos a escuchar fueron escritos por Glenn.
El repertorio fue impecable, cubriendo temas claves de todos sus discos y felizmente con menor énfasis en sus grabaciones menores como Blackaciddevil y 6:66 Satan's Child. Mejor aun, este tour del 2013 trae la yapa mas grande que se le puede ofrecer a un fanático de The Misfits; la efímera presencia del invitado especial Doyle, aquel escultural saco de plomo que no muestra señales de envejecimiento alguno.
Pero un concierto de Danzig sin incidentes es un concierto de alguien mas y no de Danzig. Nosotros nos habíamos colocado al frente, tirados a la izquierda y casi empujando la barrera de contención. Entre esta y el escenario estaban los bouncers que cuidadosamente seleccionaban quien podía ocupar ese bendito espacio. En este caso era un muchacho en una silla de ruedas y en frente de el una groupie de tetas fabulosas que le bloqueaba la vista y que durante todo el show no paro de saltar y de moverse como striptisera. Los bouncers por su lado tuvieron una noche ocupada con la tracanada de flashes de la audiencia el show se convirtió en una recatafila de amenazas entre estos y miembros del publico que osaban querer guardar una memoria física de Danzig. Pero era este mismo el que se cabreaba ante tal osadía, haciendo malas caras en medio de temas y entre estos insultando a aquellos que hacían click y pidiendo sus cabezas con gritos de, 'traiganme a ese conchesumadre' y '¿que crees que estas haciendo homosexual?'.
Eran casi las once cuando Doyle salio al escenario y la audiencia se volvió loca. Los riffs sonaban perfectos por los parlantes pero fue Victor quien parecia mas preocupado de eso. Doyle por su parte mas parecía darle de golpes a su guitarra con el puño cerrado y hacer poses hacia la audiencia, caminaba como un cangrejo, coqueteaba con Glenn y se balanceaba en botas que lo hacían ver de tres metros. El set de clásicos de Misfits no me convenció tanto, yo esperaba mis temas favoritos, "She", "Bullet", "Some Kinda Hate", "Last Caress" y otros, pero mas resonaron canciones de las cuales yo siempre había pasado. A diferencia, la audiencia coreaba, cantaba cada letra con pasión, se las sabian todas de paporreta, buena señal que The Misfits tienen un catalogo tan solido que un fanático ya sasonado como yo aun tiene que investigar mas a fondo.