
No recuerdo terminar el cigarrillo. Tampoco recuerdo arrojarlo en el tacho de basura, que dicho sea de paso estaba lleno de papeles. Lo que si recuerdo es despertarme al sentir que una chispa de fuego me quemo el brazo. Cuando abri los ojos y mire el techo me di cuenta que el cuarto estaba lleno de humo. Mire hacia la derecha y pude ver las lenguas de fuego que se levantaban desde el tacho y alcanzaban al menos el metro y medio. Me entro un pánico que me enfrio la sangre. Me levante con una rapidez que avergonzaría a Flash Gordon y corri con el tacho en llamas hasta el baño. Lo tire en la ducha, prendi el agua y respire profundo. Las llamas se apagaron rápidamente. El tacho de basura de plástico se habia torcido y se había encogido a un tercio de su tamaño original. Por suerte no me queme nada.
Esa noche no pude dormir. Cuando el peligro había pasado, abri la puerta del departamento y también todas las ventanas para que circule el aire. La atmosfera estaba chamuscada y recargada con un intoxicante olor a plástico quemado. Mi corazón siguió latiendo acelerado por al menos una hora. Me sente frente al televisor apagado y pense que sino hubiera sido por esa chispa de fuego podría haber muerto. Sino por asfixia, peor aun, quemado, cremado y reducido a cenizas. Hubiera sido yo un recuerdo. No solo yo, sino que todo el edificio viejo de madera se hubiera ido en llamas, y con el, todos mis vecinos y sus mascotas. En esos momentos, cuando ya todo había pasado y yo resistía el sueño, a modo de cachita sonaba el tema “Tragedy” de los Hanoi Rocks.
((Las Drogas de Hanoi))
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